domingo, 4 de abril de 2010

ADVIENTO 3° Domingo: El zapatero


3. JESÚS VINO A SALVARNOS, NO A CAMBIAR LA SOCIEDAD.

3° Domingo de Adviento (Is. 35,1-6a.8a.10; Sant. 5,7-10; Mt. 11, 2-11)

Juan el bautista espera al Mesías. Reconoce a Jesús en el Jordán, pero ahora en la cárcel duda pues no ve cambios significativos en la sociedad. Manda por eso a sus discípulos a preguntarle a Jesús si él es el Mesías o tienen que esperar a otro. Jesús contesta con hechos que no vino para imponer un nuevo orden en la sociedad desde afuera sino desde adentro, a partir de cada corazón que le recibe.




EL ZAPATERO

En un país perdido entre montañas hay un pueblecito que no es ni grande ni chico. No hace mucho que al zapatero le sucedió algo muy curioso. Resulta que una mañana mientras rezaba recibió una buena noticia por parte de un misterioso personaje que le dijo: “Juan, tu vida le parece agradable al señor Jesús y hoy te visitará”.

El zapatero, muy contento, empezó por barrer y arreglar su tiendecita, sin dejar de lado el trabajo de ese día. Se aseó y arregló con detalle, y puso algo más de lo normal en su sopa.
De repente, se abrió la puerta y entró en la tienda una mujer de no muy buena reputación por el pueblo. El zapatero la atendió muy bien, pero pensaba "¡ay de mí si viene Jesús en este momento y me encuentra hablando con esta mujer, no podré recibirlo como deseo!". Pero después de platicar un rato la mujer salió, y Juan quedó sólo y siguió trabajando.

Su imaginación volaba como nunca pues no paraba de preguntarse “¿Cómo será Jesús? ¿Será como el cuadro de mi cuarto? ¿O quizás como el gran Cristo de la Parroquia?” Mientras pensaba en todo esto entró en la tienda una pobre mujer y su hijito necesitados de todo y sobretodo de amor. El zapatero les atendió lo mejor que pudo, le dio una manzana al muchacho y ambos salieron de allí con un par de zapatos nuevos de regalo.

En la jornada del zapatero parecía que no había lugar para Jesús, pues otra vez se abrió la puerta de la tienda y entró un zarrapastroso vagabundo más lleno de vino que de conciencia. “¿No tendrías un poco de agua…ardiente, hermano? –le dijo a Juan-. Estoy cansado de beber vino”. “Pasa, pasa –dijo el zapatero-. Te daré agua fresca para lavarte la cara y un plato de sopa”. Compartieron la comida y un buen rato de charla amistosa. El vagabundo dejó la casa del zapatero con ganas de tomarse la vida de otra manera.

Pasaron las horas y se hizo de noche. El zapatero cerró su tienda y se sintió triste, pues Jesús no había venido. Se sentó en su rincón de oración y se quejó: "Señor, ¿Cómo es que no has venido? Yo te esperaba."

Cual no sería su sorpresa cuando oyó una voz que le decía: "Amigo, tres veces te he visitado hoy, y las tres me has atendido muy bien. Cada vez que alguien entraba en tu tienda era yo quien te visitaba".

Todo lo que hagan a uno de estos mis pequeños hermanos,
a mí me lo hicieron”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario